miércoles, 28 de abril de 2010

Frios susurros


Los oscuros corredores habían sido abandonados hacía mucho tiempo, y sin embargo, algo permanecía de todo lo que en ellos hubo. A veces una impronta especial permanece en aquellos lugares donde se ha practicado determinado tipo de magia, y este, era uno de esos lugares.

El desconocido tardó en darse cuenta de los silenciosos pasos que, tras las esquinas, vigilaban sus movimientos. En un primer momento pensó en que acaso aún permaneciera alguno de los olvidados habitantes de este enclave, y fue por ello que deambuló por vacías salas y pasillos hasta recorrer todos los confines de este inhóspito lugar, hasta cerciorarse de que no había más vida que la que el mismo representaba.

No era nada vivo lo que percibió en las frías salas, ni vivo ni muerto, pues lo que encontró era algo que se arrastraba entre este mundo y el otro, sin pertenecer a ninguno de ellos, pero deseoso de acceder a un cuerpo donde medrar, al que parasitar el pensamiento hasta poder llegar a ser de verdad. Todo un conjunto de cuasirealidades en busca de una entrada, de una mente incauta que las alimente, que las nutra hasta la extenuación, para poder ser donde de momento no son.

Lo que lo acechaban eran susurros no pronunciados, pensamientos inconclusos, palabras veladas dispuestas a ser escuchadas. Unas eran desconsoladas llamadas de niños, pidiendo auxilio o un sencillo abrazo; otras voces que prometían grandes secretos a quien les diera crédito, algunas susurros obscenos de un amante apasionado, pero todas falsas, ninguna real.

Viendo esto el desconocido, abandonó una vez más los vetustos corredores y las desoladas salas que una vez hollara, pues al fin y al cabo, en este lugar parasitado no buscaba nada.


sábado, 10 de abril de 2010

Un antiguo lugar


Era un lugar antiguo, desolado y frío a causa del abandono y el paso del tiempo. Los antaño imponentes muros repletos de vidrieras que dejaran pasar la luz, hoy aparecían vestidos de maleza, y poco quedaba en los vanos de sus amplios ventanales que demostrase su antiguo esplendor. Las pesadas y blancas losas de mármol de sus suelos habían perdido su color allí donde las grietas habían permitido el paso del agua y la suciedad; dando un aspecto mucho más antiguo y desolado a lo que fueran los blancos corredores de una gloriosa orden con cerca del centenar de miembros. Y sin embargo, aquí y allá quedaban restos de sus antiguos moradores: muebles carcomidos, viejos manuscritos, cirios dispersos, libros perdidos en el recuerdo... La caída de este lugar no fue repentina, pero su abandono paulatino dejó muchos restos que a nadie preocupó salvaguardar, y de todas formas, a nadie importaba ya todo aquello.Hasta hoy.

El desconocido se introdujo por las grandes puertas de sellos corrompidos y, en silencio, caminó despacio entre la desolación reinante. Tan sólo sus suaves pasos sobre las losas de piedra lo acompañaban en su recorrido, pues nada había allí que pudiera hacerle mejor compañía. Sin embargo, no era así...

Una historia de hace mucho tiempo...



Esta es la historia de algo que fue, o que pudo ser, hace mucho tiempo, en otro mundo muy cercano a este, tan cercano que casi podía vivirse en este y en ese mundo a un tiempo, es la historia del mundo de Iggdrassil.

Yo no lo viví, tan sólo fui un espíritu pasajero, un invitado que pudo recorrer este mundo sin las ataduras de un cuerpo o un alma. Pero gracias a ello pude ver donde otros no podían, conocer mucho más de lo que se podía percibir con los sentidos naturales y ahora puedo escribir todo lo que de lo contrario quedaría en el olvido, pues cuerpos y almas mueren, se pierden en el polvo, y sus recuerdos con ellos.

Pues bien, supongo que habré de empezar por el principio, y supongo que ese principio fue el Demiurgo. Fue él quien lo creó todo, no era un dios, tan sólo un siervo de quien sabe que fuerzas, y bajo su auspicio, fue creado ese mundo. No lo creo de la nada, pues es algo imposible para un ser de su naturaleza, pero fue quien insufló vida a tal creación, aunque su origen se perdiese en las fuentes de los tiempos.

Utilizó materias primordiales, agua, fuego, tierra y aire, nada excepcional desde luego; a los que añadió un quinto elemento: la magia, el éter o como también fuera conocido, luna. Con esta mezcla creo todo lo que era, tanto viviente como inerte, y a cada uno de estos ingredientes dio una consciencia, de esta manera las criaturas que aparecieron pudieron adorar a unos dioses oriundos de su  propio mundo.

Creado todo esto, el Demiurgo descansó, esperando que los seres despertaran sus consciencias y comenzasen a vivir y sentir en este mundo, y esperando también a que comenzasen a relacionarse entre ellos.
 Y así, de esta relación de tantos seres afines y opuestos, fue como empezó rodar el mundo, a recorrer el vacío gracias a la fuerza del conflicto.

El primer conflicto fue inevitable y se basó en los elementos primigenios, los que vendrían más tarde serían consecuencia de este primero, y fruto de la aparición en el mundo de nuevas consciencias, gracias al despertar de los seres; pero eso de momento, se escapa de la crónica del principio, por lo que lo dejaremos para más adelante.



lunes, 5 de abril de 2010

Jet-lag

¡Qué cansado es viajar! 

Es algo que todos sabemos, que los viajes nos agotan, y es indistinto que los hagamos sentados o tumbados. Siempre nos agota el recorrer una cierta distancia, y no me refiero necesariamente a las largas distancias de los vuelos inter-continentales, como pudiera hacer referencia el título de la entrada, me refiero a todo tipo de desplazamiento. Es un hecho.

Bueno, el viajar cansa, eso lo sabemos todos, pero, ¿por qué tanto?

(Antes de continuar quiero hacer un inciso, voy a hablar de metafísica, pero a modo de juego, que nadie me caliente con cosas que ya bastante me calienta... ya escribiré al respecto.)

Bien, continúo, decía pues, que ¿por qué tanto?, y se me ocurre pensar en que tal vez no estemos hechos para las velocidades a las que nos movemos, que tal vez por eso sufrimos unos efectos adversos tal vez no previsibles. Me explico, ¿no tenemos la sensación de que fuera de casa estamos perdidos?, ¿no nos cuesta adaptarnos a un nuevo entorno, por cercano que este sea? Muy evidente es la falta de tránsito intestinal que se suele sufrir al abandonar el territorio propio, por poner un ejemplo.

¿Y qué es lo que nos impide hacernos a un nuevo entorno? ¿Qué es lo que dejamos atrás?

¿Quién podría asegurar que nuestro espíritu no se queda atrás, que tarda más en encontrarnos, que es lo que echamos en falta cuando nos desplazamos? Tal vez sea por eso que nos agotamos tanto, que nos cuesta encontrar nuestro lugar hasta pasado un tiempo, pues es natural que nos cueste tiempo y energía tirar del carrete de ese cordón de plata de nuestro alma.

¿Quién sabe...