viernes, 6 de septiembre de 2013

Los duelos de Caladan II

Tal y como venía siendo habitual, Al-Saif acudió temprano a las arenas de duelo, saludó a sus conocidos y se preparó para los combates. Esta era una ocasión especial por dos motivos, conocería por primera vez a la recién nacida hija de los duques, una niña vivaz que hacía la delicia de sus padres y que se presentaría por primera vez en este evento. Y por otra parte, estrenaría una impresionante espada regalada por el mismísimo duque a cambio de los servicios prestados a su casa. 

No obstante, el ambiente festivo se atenuó levemente por la presencia de un presuntuoso duelista semi-profesional venido de los círculos centrales del sistema, Nabuto Okami. No era mal luchador, pero mostraba una cierta arrogancia y falsa modestia muy común entre aquellos que son diestros en el arte de las armas. Una actitud que desagradaba a gran parte de los hombres de la casa del duque y a Al-Saif por igual. A pesar de esta eventualidad, la jornada se desarrollaba en un ambiente festivo y de sana competición como venía siendo habitual edición tras edición.

Fue curioso que Al-Said tardara en acomodarse al estilo de lucha local, carente de escudos, y que provocó que en algunos combates estuviera muy cerca de ser vencido. Esto se debía principalmente a que un luchador experimentado, acostumbrado a encontrarse con un escudo de fuerza, retenía la velocidad final del impacto a fin de poder atravesar dicho escudo, puesto que de lo contrario el escudo detendría el ataque. En un duelo sin escudos esto representaba una ligera desventaja, puesto que los luchadores locales no contaban con este retardo e inflingían sus impactos con cierta rapidez. Aún así, Al-Said supo imponerse a sus adversarios y llegar hasta las finales.

Así las cosas, a la semifinal llegaron, Al-Saif, como era habitual; Okami, a pesar de la animosidad de la mayor parte del público; un diestro guerrero de las estepas interiores, Alaster; y tras varios años sin participar, el mismísimo duque. La suerte hizo que Al-Saif y el duque se enfrentaran en la semifinal, quedando a su vez Okami y Alaster enfrentados. Fue entonces cuando uno de los lugartenientes de mayor confianza del duque se acercó a Al-Saif y le comentó casi en un susurro que nadie deseaba que Okami alcanzase el título en la categoría que se desarrollaba, más aún sabiendo que había conseguido el mejor palmares en las otras categorías ya disputadas haciendo gala de un retorcido sentido del honor que sólo los suyos laureaban.

Al-Saif calculó las posibilidades de que el duque pudiera vencer a Okami y pensó que desgraciadamente  le sería muy difícil. A pesar de su cercana relación con el duque, sabía que ese duelo no le sería fácil de superar. Así que hizo lo único que podría hacer, se enfrentó al duque con una ferocidad tal vez impropia de este tipo de duelos, dispuesto a terminar con Okami igualmente. Cambió su estilo, olvido la camaradería entre los duelistas en este tipo de eventos y luchó con la única intención de vencer, desatando un estilo mucho menos... delicado de lo que estaban acostumbrados a verle en Caladan. Luchó como el asesino que podía ser en otros momentos y otros lugares, cuando la etiqueta del duelo queda olvidada por la necesidad de supervivencia, cuando el único objetivo es destruir al adversario antes de que pueda siquiera pensar en atacarte.

Como era de esperar, ganó al duque y a Okami. Se hizo con el galardón, aumentando así su palmares y defendiendo una vez más el título de invicto en cada una de las ocasiones en las que había participado. Aún así, se sintió extraño, tal vez algo desprestigiado, pues obedeciendo las ordenes de su gran amigo el duque, había utilizado sus habilidades más letales en una arena de caballeros, un lugar tal vez impropio, tal vez no.