sábado, 19 de junio de 2010

Una vez más extraño


Hacía ya tiempo que no sufría esta penosa sensación que se da al sentir la fuerza adversa de la corriente dominante. Esa presión a la que se ve sometido nuestro ser en tanto en cuanto lucha por vencer una inercia social que nos arrastra hacia lo común, hacia algo que, para nuestra desgracia, no es de nuestro interés, pero sí del interés del más común de los mortales.

Ya hace mucho tiempo de la primera vez, y ya hace mucho que mi rareza fue izada cual bandera, verde, sin duda, de mi independencia. Y aún así se hace penoso volver a soportar esa inmunda fuerza que nos pretende doblegar al gusto de lo general.

Tal vez se trate de un imperativo biológico, instintivo, que nos haya permitido alcanzar el obsceno éxito como especie del que hoy disfrutamos,  una fuerza que nos guiaría como aquella que coordina el vuelo de los pájaros, el transitar de las hormigas o el fluir de un banco de peces en el mar. Porque en todos estos casos la independencia es la muerte, es ser sometido al escrutinio siempre amenazador de la selección natural frente a la segura protección de la masa, donde aunque sólo por estadística esta la supervivencia.

Es por eso que navegar sólo es duro, por los peligros del océano así como de la incomprensión y acaso rechazo del banco abandonado, ya que una vez dejado, ¿cómo regresar?

Y de cualquier modo, en verdad, ¿quién puede regresar a un lugar donde nunca ha estado?


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