domingo, 28 de noviembre de 2010

Los caminos de Dios... o del Diablo

Últimamente no escribo demasiado, será desidia... pero bueno, mi intención es recuperar el ritmo de una vez a la semana. Como dicen por ahí: "De intenciones esta empedrado el camino del infierno", así que no se donde voy a acabar, si en el infierno por desidia o por lo que escribo cuando lo hago. La verdad es que entre una cosa y otra no paro de escribir de Dios y de sus mitos... cosas que tiene uno, eso y una hermana que últimamente lee demasiado un sólo libro, pero bueno, ese es otro tema, o no.

Así que para proseguir por mi camino, voy a publicar algo, aunque en realidad esto no es mío. Ya lo siento, pero me gusto mucho y quería tenerlo guardado en algún sitio seguro. (Después de la repentina muerte de mi ordenador, ya no me fío, así que lo dejo en manos de internet, ese gran ente disforma que espero que no se desconecte de momento).

Pues eso, aquí lo dejo, espero que os guste:


Laura Schlessinger es una conocida locutora de radio de los Estados Unidos que tiene un programa en el que da consejos en directo a los oyentes que llaman por teléfono.

Recientemente saltó la polémica (y más cuando se mezclan temas de religión y homosexualidad, donde cada persona interpreta lo que dice Dios y la Biblia de una manera distinta), cuando la presentadora atacó a los homosexuales.

Esta locutora ha dicho recientemente que la homosexualidad es una abominación, ya que así lo indica la Biblia en el Levítico, versículos 18:22, y por tanto no puede ser consentida bajo ninguna circunstancia.

Lo que a continuación transcribimos es una carta abierta dirigida a la Dra. Laura escrita por un residente en los Estados Unidos, que ha sido hecha pública en Internet (no tiene desperdicio):


 

   "Querida Dra. Laura:

   Gracias por dedicar tantos esfuerzos a educar a la gente en la Ley de Dios.

   Yo mismo he aprendido muchísimo de su programa de radio e intento compartir mis conocimientos con todas las personas con las que me es posible. Por ejemplo, cuando alguien intenta defender el estilo de vida homosexual me limito tan sólo a recordarle que el Levítico, en sus versículos 18:22, establece claramente que la homosexualidad es una abominación. Punto final.

   De todas formas, necesito algún consejo adicional de su parte respecto a algunas otras leyes bíblicas en concreto y cómo cumplirlas:

    1. Me gustaría vender a mi hermana como esclava, tal y como indica el Éxodo, 21:7. En los tiempos que vivimos, ¿qué precio piensa que sería el más adecuado?.

   2. El Levítico, 25:44, establece que puedo poseer esclavos, tanto varones como hembras, mientras sean adquiridos en naciones vecinas. Un amigo mío asegura que ésto es aplicable a los mejicanos, pero no a los canadienses. ¿Me podría aclarar este punto? ¿Por qué no puedo poseer canadienses?.

   3. Sé que no estoy autorizado a tener contacto con ninguna mujer mientras esté en su período de impureza menstrual (Lev 5:19-24). El problema que se me plantea es el siguiente: ¿cómo puedo saber si lo están o no?. He intentado preguntarlo pero bastantes mujeres se sienten ofendidas.

   4. Tengo un vecino que insiste en trabajar en el sábado. El Éxodo 35:2, claramente establece que ha de recibir la pena de muerte. ¿Estoy moralmente obligado a matarlo yo mismo? ¿Me podría apañar usted este tema de alguna manera?.

   5. En el Levítico 21:20, se establece que uno no puede acercarse al altar de Dios si tiene un defecto en la vista. He de confesar que necesito gafas para leer. ¿Mi agudeza visual tiene que ser del 100%? ¿Se puede relajar un poco esta condición?.

   6. La mayoría de mis amigos (varones) llevan el pelo arreglado y bien cortado, incluso en la zona de las sienes a pesar de que ésto está expresamente prohibido por el Levítico, 19:27. ¿Cómo han de morir?.

   7. Sé, gracias al Levítico, 11:6-8, que tocar la piel de un cerdo muerto me convierte en impuro. Aún así, ¿puedo continuar jugando al fútbol si me pongo guantes?.

   8. Mi tío tiene una granja. Incumple lo que se dice en el Levítico 19:19, ya que planta dos cultivos distintos en el mismo campo, y también lo incumple su mujer, ya que lleva prendas hechas de dos tipos de tejido diferentes (algodón y poliéster). Él, además, se pasa el día maldiciendo y blasfemando. ¿Es realmente necesario llevar a cabo el engorroso procedimiento de reunir a todos los habitantes del pueblo para lapidarlos? (Lev 24:10-16). ¿No podríamos sencillamente quemarlos vivos en una reunión familiar privada, como se hace con la gente que duerme con sus parientes políticos? (Lev 20:14).


Sé que usted ha estudiado estos asuntos con gran profundidad, así que confío plenamente en su ayuda.
Gracias de nuevo por recordarnos que la palabra de Dios es eterna e inmutable."


Si os interesan este tipo de reflexiones, una recomendación literaria: "Reflexiones contra la religión", de Mark Twain, un tipo muy majo. 




lunes, 22 de noviembre de 2010

La llegada del joven señor



Heme aquí, Baltazar, maestre de la casa Oster, dispuesto a narrar los sucesos que acontecieron en los días posteriores a la llegada de mi joven señor, Sir Victor Oster, el tercero de la casa al que sirvo. De todas formas considero oportuno comenzar mi relato un poco antes, siquiera sea para poner al lector en antecedentes.

Sir Victor, hijo de Sir Galant Oster y Lady Elaine Widock, nació de la prometedora unión de dos casas nobles de no demasiada importancia, pero de intereses complementarios; la primera, una casa de rancio abolengo asentada en los valles septentrionales de las Montañas de la Luna, la segunda, una casa bien situada en las tierras del norte gracias a sus intereses mercantiles y su flota naviera. 

Sería injusto obviar que Sir Victor vino a este mundo acompañado de una hermana melliza, Lady Elaine, llamada así por su madre, orgullo de sus progenitores, pero para la que el destino guardaría una trágica y prematura desaparición. Precisamente fue este desastre el que marcaría su vida y con ella el destino de la casa Oster para siempre.

Habiendo sido llamado Sir Galant para una larga campaña por su señor más inmediato y sabiéndose estas tierras propensas a los ataques de los clanes salvajes, se decidió que madre y mellizos viajasen a los dominios de la casa Widock, tierras más civilizadas donde podrían disfrutar de una mayor seguridad.

El día en que Lady Elaine se despidió de los domésticos de Osterock, fortaleza de la casa, sería el último día que la viese, pues su viaje nunca permitió que barco alguno la trajese de vuelta.  Y no se fue sóla, pues la acompañó su tierna hija de igual nombre, dejando como único superviviente de una travesía maldita al que hoy es mi señor, el niño Victor Oster. A pesar del dolor que causó tamaña tragedia, el heredero de la casa estaba a salvo.

Tras este cruento viaje, Victor Oster fue llevado al amparo de su casa materna, donde su abuela Lady Ingrid Avery ocupó el lugar de su madre arrebatada por las aguas, dedicándose en cuerpo y alma a la educación de quien habría de convertirse en caballero y gobernante de nuestra noble casa.

Quiso el destino que este momento llegase prematuramente, a la joven edad de 18 años, cuando para gloria de nuestro buen rey, Sir Galant Oster perdiera la vida en defensa de su señor.

Así mi relato alcanza el brumoso día en que un grupo de gráciles veleros, con Sir Victor en la proa de uno de ellos, entrase en la bahía del Yule y atracasen en Yuleport. Los que pudieron contemplar la escena desde las torres de vigía del puerto describirían después la escena como una aparición casi faerica, con el joven caballero de cabellos dorados como elevado sobre las aguas de la bahía, surgido de entre la niebla cual aparición, hasta que los primeros rayos de sol de la mañana iluminaron su brillante armadura color rojo carmesí.

La sensación de aparición permaneció en tanto que, tras atracar, de las  naves descendió un séquito igual de joven que nuestro señor, dando la impresión de que nos visitase un noble elfo con su corte de niños perdidos. No serían pocos los que, a pesar de verse maravillados por la llegada del señor, no fueron capaces de confiar en que un muchacho imberbe de cabellos dorados, que había permanecido lejos de su dominio desde su más tierna infancia, fuera capaz de traer la paz y orden que los años de guerra habían arrebatado de la región.

Afortunadamente para él, y para todos nosotros, el castellano de su padre, William Todd, hombre leal y capaz, no tuvo duda alguna, y al encontrarse junto a su nuevo señor, hincó rodilla en tierra y ofreció su espada como signo de sumisión. Este hecho tranquilizó a muchos, pues William Todd, "el puño de los Oster", era capaz de acallar las dudas más persistentes con su sola presencia. Fue una imagen extraña, pues nuestro señor, apenas un niño, era agasajado por la impresionante mole de William, uno de los hombre más grandes de la región, quien aún agachado, casi sacaba una cabeza a nuestro joven señor.

Y así comenzó la vida de Sir Victor Oster como señor de Osterock y protector de Yuleport, con muchas dudas y un atractivo tal, que muchos hombres eran incapaces de sentirse cómodos en su presencia.