domingo, 29 de mayo de 2011

Estadística del absurdo


Hace ya mucho tiempo que fui torturado con tener que estudiar estadística descriptiva y probabilidad, gracias a Dios aquello sólo duró cuatro años... Ya en aquella época dudaba de la veracidad de aquellos postulados y fórmulas. Como aficionado a juegos en los que se utilizan pruebas de azar, también en ese ámbito note que la estadística era una ciencia abstracta y la "suerte" una realidad que hacía lo que le daba la gana sin hacer caso alguno a los que las fórmulas dictasen.

Así que pensé: "Da igual que probabilidad tenga un suceso dado, la moneda puede caer 10 veces seguidas de cara"

De esa observación deduje una norma de probabilidad reducida o ampliada al absurdo, esto es: "Un suceso dado puede pasar o puede no pasar". Lo que nos deja las cosas entre dos opciones, osea un 50% de cada cosa. Y que las cosas si suceden, es porque tenían gran probabilidad de suceder, fueran cuales fueran los cálculos. Todo esto puede parecer una total tontería, pero bien visto, en nuestra vida a veces las cosas pasan sin que estadísticamente tengan ningún sentido, así que ¿por qué darle mayor sentido a la estadística?

Todo este razonamiento absurdo podría no haber trascendido de no ser por la lectura de un libro sobre filosofía que ponía en duda, al igual que yo,los conceptos de la estadística y la probabilidad. Y es que en ese libro un sesudo filósofo postulaba que las cosas puede o bien ocurrir o bien no ocurrir, sin importar sus probabilidades. Se trata sin duda del mismo pensamiento, o de la misma tontería, según se mire; pero que bien se queda uno cuando lee sobre algo que ya tenía en su propia mente.


Dios o los pimientos verdes


Es bien sabido que vivimos en un mundo donde la razón actúa como eje de nuestro pensamiento, y cómo ser de otra manera en un mundo donde la ciencia lo empapa todo. Es por ese motivo que aquellos que tienen fuertes creencias espirituales o metafísicas parecen querer casar ese racionalismo con algo como el sentimiento religioso. Supongo que es la manera de obtener la aprobación del pensamiento racional ante sentimientos que se escapan del ámbito de la razón por su propia naturaleza.

Pero hay un punto especialmente molesto donde también se realiza esta labor de otorgar una envoltura racional al ámbito religioso, se trata de el proselitismo religioso. En mundo donde se nos acostumbra a aceptar cualquier concepto científico cual dogma de nuestra civilización, aunque al más común de los mortales pueda parecerle cosa de magia, ¿cómo no aprovechar ese discurso para introducir la idea de Dios a través de argumentos racionales? Racionales digo, aunque lo sean únicamente en apariencia, así se utilizan argumentos que apelan a la lógica, a la ciencia o hasta al más burdo chantaje emocional. 

Y digo yo, ¿es que existe algún argumento de peso que me haga creer en Dios o seguir los dogmas de una religión? A mi entender no, y es imposible que exista tal cosa. Es aquí donde introduzco los pimientos verdes. El gusto por comer pimientos verdes es personal, hay a quien le gustan y a quien no, y punto. ¿Cabría la posibilidad de encontrar un argumento que explicase mi gusto por comer pimientos verdes y a la vez convenciese a alguien de que han de gustarle? Lo dudo, es algo que no se puede ni explicar, ni transmitir. Lo único que puedo decir es que a mi me gustan los pimientos verdes y que te recomiendo probarlos. 

Se que comparar a Dios con un gusto culinario puede parecer ridículo, pero a mi entender es igual de ridículo el intentar convencer a alguien de que crea en Dios como de que le gusten los pimientos verdes.

domingo, 1 de mayo de 2011

El arte de la esgrima


Aunque ya he hablado de esto, de lo que supone la práctica del deporte, quisiera matizar algo más la idea que tengo al respecto. Y aquí sí quiero dejar claro que me refiero a la práctica de esgrima, no de cualquier otro deporte; aunque tal vez mis reflexiones pudieran adoptarse también para otras disciplinas. Pretendo hacer notar la diferencia entre la competición deportiva y la práctica como aprendizaje de un arte.

Con el objetivo de conseguir una buena marca, si no la mejor, en una competición, se realiza un gran esfuerzo de entrenamiento y concentración. En el caso de lograr el objetivo, se disfruta de un momento de gloria. No obstante, en mi opinión personal este efímero momento de gloria requiere de un esfuerzo y sufrimiento, tanto propio como de los contrincantes, que no compensa en absoluto. Es claramente una cuestión de prioridades, pero en mi cálculo inversión/beneficio no obtengo un resultado que me agrade. Es por ello que no me convence la competición.

Es más, si nos adentramos un poco más en su aspecto filosófico, ese momento glorioso requiere necesariamente de frustrar y derrotar a un adversario que juega bajo las mismas reglas y busca la misma meta. Voy a depender constantemente de causar la derrota del contrincante. Esta situación es insostenible, pues nadie puede vencer siempre, por lo que puede acarrear una frustración que termine por apartarnos de la competición. Caso  este de algunos maestros que no compiten, pues es la única manera de esquivar la derrota.

Para continuar con el discurso definiré otra visión que considero puede tener la práctica de la esgrima, esto es: el arte de la esgrima. Apreciar la esgrima como un arte donde se consigue disfrutar del desarrollo de la frase de armas, del enfrentamiento de dos destrezas que buscan crear una estocada bella. 

Este arte es igualmente efímero, pero busca agradar a los dos contendientes. En verdad yo disfruto de una estocada bien ejecutada, ya sea propia o ajena. En este juego que es el duelo simulado se aprende y disfruta de la belleza del combate, sin importar quien vence. Si somos los que perdemos, tendremos la oportunidad de aprender de nuestros errores o de las destrezas del adversario. 

No quiero decir que en este tipo de arte no se busque la victoria, pero se discrimina el tipo de victoria que se consigue, puesto que demostrar la destreza de una bella estocada es más complejo que simplemente alcanzar al adversario con la punta de nuestra espada.

Por otro lado, todo el esfuerzo invertido en mejorar nuestra destreza será un bien que perdura, que no desaparece con el fin del combate; puesto que disfrutar de una estocada es un gozo que se puede disfrutar siempre, pues sobrepasa los límites de la capacidad física, es algo que implica un conocimiento del acero, algo que sólo puede aumentar con el paso del tiempo.