miércoles, 4 de noviembre de 2009

En las llanuras sin nombre


Imaginemos un tiempo muy lejano, tal lejano, que aún el hombre casí no era hombre, tan solo uno de los muchos animales que habitaba las grandes praderas sin nombre. Pero ya era diferente, muy poco, pero si lo suficiente, tenía la extraña capacidad de ver cosas que no estan.

Ahora imaginemos uno de los pocos grupos de humanos, agregados para sobrevivir mejor ante un entorno hostil, de no más de un par de familias, algunos adultos y sus crías, nada más. Y entre ellos, aquel cuya capacidad, para ver lo que no es y lo que pudo ser, esta más desarrollada. No es un individuo muy diferente al resto, externamente no, por lo menos; pero cuenta con un don que le permite ver un poco más allá de las semillas y frutos que supondrán la próxima comida. Su nombre, un impronunciable sonido de una lengua del inicio de los tiempos, pero para nosotros es Lalat.

Latat es capaz de ver lo que no esta, y eso, aparentemente inútil, le permite pensar con una dimensión más que el resto de sus congéneres; y eso es mucho, pues multiplica sus capacidades por dos. No es el líder del grupo, ese puesto se reserva para el macho dominante, aquel más fuerte,el que protege al grupo de las amenazas externas. Pero si es a quien el grupo escucha, quien sirve de guía, pues reconoce la tierra por donde pisa, cosa que otros no hacen más que olvidar. Lalat ayuda a que el grupo sobreviva mejor, es bueno para el grupo, y el grupo agradece contar con Lalat.

Sin embargo, Lalat también es un individuo solitario, ajeno al grupo donde nació debido a su extraña capacidad. Pues, a pesar de su utilidad, el grupo también reconoce que hay algo que diferencia a Lalat de ellos. Lalat es diferente y a veces se le mira con asombro o veneración, otras con envidia y extrañeza. Esta situación no ayuda a integrar a Lalat en el grupo, pero si le ayuda a desarrollar cada vez más sus capacidades, en solitario, pues nadie puede comprender lo que no esta y el ve.

Con el paso del tiempo los líderes cambian, unos mueren en luchas con otros grupos, otros en las fauces de alguna bestia, los más son usurpados por individuos más jóvenes ávidos de poder; pero Lalat permanece, no hay quien usurpe su puesto, ni quien quiera. Lalat es anciano, y nunca parte con los guerreros, cuando esta en el grupo muchas veces se le ve rodeado de niños, quienes mejor comprenden sus palabras, otras ayuda a tomar las decisiones de importancia para el grupo, pues su experiencia es grande y siempre parece conocer algo más de lo que el resto conoce.

El tiempo ha hecho de Lalat el guía de su clan, a quien todos respetan, a quien todos escuchan en las cálidas noches junto al fuego. Y sin embargo, a Lalat no se le escapa que no es diferente del resto. Que todos sus congéneres son tan capaces como él de ver más allá, tan sólo un poco más allá, pero que en realidad, en lo mas hondo de sus espíritus, no lo desean, que prefieren que sea él, Lalat, quien mire a las cosas que no desean ver, que él decida por la senda que se ha de tomar, que él les guía por la oscuridad.

Y bien, ¿que hace Lalat al respecto?, pues nada, o casi nada, buscará entre aquel que sea capaz de soportar su carga, que este dispuesto a vivir con el grupo pero fuera de el, y le intentará enseñar todo lo que en su vida ha conocido, para que su clan no quede sin guía, para que la luz de su espíritu no se apague tras su desaparición, para crear un discípulo. Y con esto comenzar algo que mucho tiempo después sera parte integrante de la cultura, de la civilización humana, algo en lo que miles de individuos, descendientes de estos clanes de la llanuras sin nombre, depositarán sus esperanzas, sus miedos, sus dudas y su capacidad de ver lo que no esta, algo que será conocido como religión.



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