jueves, 26 de noviembre de 2009

Tierna ternura de plástico


Hace días que trabajo sin descanso, literalmente de sol a sol, sin tiempo para estresarme siquiera; al menos se trata de un trabajo que me gusta, pero qué pequeños parecen los plazos cuando comienzan a terminarse... que estrés, tengo mil y una tareas pendientes, y mi querido ordenador que no quiere trabajar más rápido, y yo sin tiempo, que estrés... ¡necesito chocolate!

Y así lo hice, me decidí por una fuerte sobredosis de chocolate; en un sitio nuevo, una de esas modernas cadenas con ese aire antiguo de bote, prefabricado, pero que hasta me gustan. Miré una y otra vez la carta, y tras mucho meditar, me decidí por algo sencillo y lleno de lo que venía a buscar: crep rellena de chocolate, acompañada de chocolate caliente con nata y trozos de galleta, para que pasase la crep. La dulce muerte de un diabético...

Surtido de chocolate hasta las cejas, me dirijí a nuestra querida plaza de cemento luz y agua, pues la tarde acompañaba, cosa rara en nuestra ciudad, y había que aprovechar. Fue entonces cuando las vi, ellas no me miraron, bueno, no a mi, tan sólo a la ingente cantidad de chocolate que me disponía a devorar, y no me llamaron más la atención. Eran dos ancianas que, sin mucho más que hacer, veían pasar a los transeúntes de aquí para allá.

Yo proseguí con mi sobredosis anti-estrés, emulando a mis compañeras de banco, mirando al espectáculo que es la gente en su ir y venir y entonces vi algo que me agradó, que me pareció tierno, cuanto menos curioso. Una de las ancianas, de cara arrugada y afable, sacó un trocito minúsculo de plástico de su bolso, un trocito de plástico con burbujas, esas burbujas que tanto nos han divertido, esas burbujas que hemos explotado a miles siendo niños, y comenzó a explotarlas tranquilamente mientras en su cara se dibujaba una sonrisa. Su compañera la miró divertida y también rió.

Qué sencillo, que sencillamente tierno.



No hay comentarios:

Publicar un comentario