lunes, 15 de junio de 2009

El arte de la esgrima



Hace ya unos días que, entretenido con el mundo que me rodea, no me evado hasta la lejana Rachidia. Y hoy me siento casi obligado a escribir algo con lo que evitar que este espacio caiga en el desuso. Indudablemente el no haber escrito nada, no significa que nada haya pensado; para mi gracia y pesar, nunca se detiene el pensamiento.

Pues bien, últimamente he retomado el estudio de la esgrima antigua, aquella que se practicaba en torno a los siglos XVI y XVII. Es ciertamente complicada la búsqueda, y posterior comprensión, de tratados de esgrima de una época en la que cada maestro creaba su propia esgrima, y pocas convenciones creaban un cuerpo común sobre la enseñanza del arte de la espada.

Eso si, desde luego es interesante, y permite conocer los origenes de que hoy es la esgrima moderna desde un punto de vista muy diferente al de nuestros días. Aquellos maestros no veían un "sport" en la práctica de la esgrima; veían un arte, el arte marcial europeo por excelencia.

Con todo esto en mente, a este humilde profesor, queriendo emular a aquellos maestros de antaño, se le ocurre una sucesión que pudiera existir en la práctica de la esgrima o que por lo menos así comprendo:

1º Distancia

2º Destreza

3º Astucia

4º Arte

En el largo proceso de aprendizaje, cada uno de estos niveles supondría un grado de habilidad a la hora de batirse con espada.

En primer lugar encontraríamos la distancia, primera cosa que todo luchador debe conocer; la distancia es lo que evita que nos alcancen, y es aquello que debemos recorrer hasta nuestro adversario.

Como segundo punto tendríamos la destreza; que representa el conjunto de técnicas aprendidas que nos permiten manejar el arma que portamos convenientemente. Llegar a este punto es relativamente fácil, y es a partir de aqui cuando un esgrimista se puede considerar completamente iniciado en el arte de la espada.

El tercer punto se puede enunciar convenientemente a través de un refrán: "Más sabe el diablo por viejo, que por diablo". Lo que viene a significar que la destreza aprendida es más peligrosa en un "perro viejo" cuya astucia supera a la de un iniciado, a pesar de poseer ambos las mismas técnicas conocidas.

Y por último vendría un grado que denomino "arte". En este punto el esgrimista entiende todos los niveles anteriores y es capaz de crear acciones fruto de su dominio de todos ellos.

Pero lo más importante, cuando los esgrimistas que se enfrentan han alcanzado este nivel, ignorarán todo aquello superfluo que no este orientado directamente a la consecución de un tocado espectacular, o cuanto menos, que demuestre su dominio de la espada. Fuera cualquier movimiento de distracción que un experimentado esgrimista sabe que en nada afectará a alguien tan avezado como el. Fuera fintas y requiebros, no se malgasta energía en movimientos inutiles. Sólo hay espacio para la fría observación del enemigo a batir. La energía del guerrero se condensa en el interior del cuerpo durante una eternidad que transcurre en escasos segundos, esperando ser liberada en un impulso que será quien lo lleve a la gloria o a la derrota.

Y sin embargo, ganador o vencido, el esgrimista que aprecia este "arte", degustará cada una de las milesimas de segundo en las que se ha llevado a cabo la acción, pues la gloria del "arte" esta más alla de ganar o perder; es disfrutar con la belleza de un ataque que consigue su objetivo de una manera gracil, astuta y sencilla. Es disfrutar del "arte" de la esgrima.



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