martes, 8 de septiembre de 2009

Un amor perfecto



Hace muchos, muchos años existió un hombre de increíbles cualidades. La suya era una mente preclara, de una erudición legendaria. Gracias a pertenecer a la casta más favorecida de su tierra , pudo desarrollar su pensamiento hasta límites insospechados; tal fué su capacidad, que creo un mundo, un universo más bien, el universo de las ideas. En este universo introdujo todas sus ideas, que no eran pocas, y las de otros muchos, de su tiempo y de siglos anteriores y venideros. Obra magna fue esta, y por ello fue recordado por los siglos de los siglos.

En lo que para él fuera un acto de bondad, trasladó a la Perfección de todas las cosas a este perfecto universo, y allí la guardo de cuanto pudiera ocurrirle, pues no sin razón pensaba que la Perfección podría sufrir daño en el universo de las cosas mortales. Sin embargo, como veremos más adelante, esto tuvo consecuencias desastrosas para los pobres humanos amantes de las cosas bellas.

Aquel hombre murió tiempo después, pero su fama alcanzó todos los horizontes conocidos, y aún más allá. Su universo sobrevivió a su creador, y tan hermoso era que no fueron pocos los que alabaron tan magna obra y también decidieron verter sus ideas en el. Así fue como cada hombre pensante que creía en este universo ayudaba a darle vida, a perpetuarlo en el tiempo, a extender sus fronteras, hasta casi sobrepasar las del propio universo de las cosas mortales. Yo mismo fui uno de aquellos seducido por tan magna obra, yo recorrí este mundo sin parangón, y allí encontré la Perfección, de la que súbitamente me enamoré.

Mas la dicha no fue tan buena como en un principio creí. La Perfección vivía encerrada en este universo, exiliada del mundo de las cosas mortales, guarecida dentro de una jaula dorada y se negaba a escapar, a acompañarme en mi discurrir por la mortalidad. Qué lejos estaba mi amante, que dolor no poder recorrer este universo, mortal, es verdad, pero universo, donde tantas cosas bellas se podían encontrar. Así mi dicha muto en desdicha, alejado como estaba de mi amante, ¿cómo podía de este modo ser feliz?

Atrapado en un amor platónico como pocos, no tardé en sufrir de infelicidad a pesar de estar enamorado. Y es que la Perfección es una cruel amante, tan alejada de nuestro mundo que es incapaz de comprendernos, ni tan siquiera de amarnos un poco, pues en el fondo le repugnamos como seres mortales e imperfectos que somos. Así de triste podría haber acabado esta historia, que no pocas veces ha terminado con la felicidad de grandes y pequeños hombres como yo, pero gracias a los dioses, un final inesperado me esperaba mucho más cerca de lo que hubiera imaginado.

Cansado de la exigencia ilimitada de mi cruel amante, comencé a deambular como alma en pena por este mundo mortal tan lleno de vitalidad. Y así, poco a poco, fui reconociendo todas las cosas bellas de las que el mundo de las ideas había tomado molde para crear su perfección. Y me di cuenta de que, tan alejadas de la realidad, las cosas perfectas eran menos perfectas de lo que creía, ¿pues no era atributo inmejorable de cualquier cosa el existir en realidad?, ¿como iba a competir una idea con eso?. En estos pensamientos me encontraba cuando me topé con un hermoso joven, Optimo. No era perfecto, he de reconocerlo, pero tenía una belleza natural que aumentaba su atractivo de una manera sorprendente.

En un principio me resistí a abandonar mi amor ideal, mi romance, mi desdicha; pero a medida que iba conociendo a Optimo, fui olvidándome de mi hermosa y lejana Perfección. Las cosas con Optimo eran muy diferentes, con el podía pasear por este bello mundo, más real que cualquier otro y disfrutar verdaderamente de la vida de una manera perfecta. Si, de una manera perfecta.

Había sido muy feliz recorriendo el hermoso mundo creado hacía ya tanto tiempo, enamorándome de la hermosa Perfección; pero tanto tiempo alejado del mundo real, del mundo donde habito, me había llenado de desasosiego y desdicha. Pues me pasaba como al pez que estando en tierra carece del liquido elemento que lo sustenta y esta destinado a morir. Ahora, conocido Optimo, que no es más que lo mejor que nos encontramos en la vida, soy mucho más feliz. Porque lo mejor no tiene porque habitar en el universo de las ideas, lo podemos encontrar aquí mismo, es verdad que tendrá fallos, que podrá ser mejorado, que, en definitiva, no será perfecto, pero lo que indudablemente será, es real como la vida misma.

"Siempre aspiro a más, y soy feliz con lo que tengo"



5 comentarios:

  1. Precioso, me ha gustado mucho. Sigue por ahí.

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  2. A mi también me ha gustado mucho! y en cuanto a la frase final...creo que se me está pegendo un poco...jeje! si bajo el viernes a Vitoria te cuento en persona y si no te mandaré un mail...
    Musutxus!

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  3. Ante todo, gracias por vuestros comentarios. La verdad es que en esto como en todo,lo mejor es no forzarlo, lo que ha de surgir, surgirá; así surgió este relato, ...y lo que el relato cuenta, jeje.

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  4. Una pregunta ¿ es tuya la frase del final, la que va entrecomillada?

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