miércoles, 6 de enero de 2010

Sopas de ajo


Al calor de la lumbre y de la niña de mi corazón, rememoro los recuerdos que atesoro de mi abuela en la memoria. Al fuego hierve un puchero con sopas de ajo, una receta de antaño; es entonces cuando el aroma a pimentón, ajo y laurel me transportan a una cocina que no es la mía, a la cocina donde siempre observé a mi abuela mientras guisaba o fregaba, siempre cantando suavemente, en muy baja voz, como para sí misma, ignorando a ese menudo observador que era yo.

Era una mujer atareada, siempre atenta a los suyos; de carácter, con una fuerza vital que la hacían incansable. De gran devoción, especialmente hacia la Virgen María y los santos, a los que recurría mucho a fin de proteger a los suyos o cuando los necesitaba a la hora de encontrar algo perdido, en cuyo caso se pedía ayuda a San Antonio. Recuerdo los rosarios que rezaba junto a mi abuelo cada vez que salíamos hacia el pueblo, a fin de salvaguardarnos de cualquier accidente, un murmullo incesante, incomprensible que nos acompañaba en todos los viajes.

Y otra vez el aroma de las especias de la tierra que la vio nacer, de un pueblecito de la provincia de Zamora, demasiado pequeño como para aparecer en los mapas y que el destino quisiera que abandonase por las tierras del norte de España, tan diferentes y tan plagadas de gentes llegadas de las cuatro esquinas de la península. Llegó a causa del trabajo del que fue mi bisabuelo, y vivió entregada al trabajo para ayudar a sacar adelante a los suyos. Trabajó siempre, hasta que no tuvo más que dar, hasta que su incansable cuerpo necesitó descansar de una vida sin descanso, merecido descanso que duró para siempre.

Mis ojos se humedecen por el recuerdo y vuelvo a aspirar el aroma a pimentón, ajo y laurel, como en su cocina, cuando aún era niño y mi abuela canturreaba entre fogones, ajena a ese menudo observador que era yo.

2 comentarios:

  1. vaya...que enternecedor amigo mío. Me he puesto a recordar a mi abuela...
    Gracias hermano

    ResponderEliminar