miércoles, 28 de abril de 2010

Frios susurros


Los oscuros corredores habían sido abandonados hacía mucho tiempo, y sin embargo, algo permanecía de todo lo que en ellos hubo. A veces una impronta especial permanece en aquellos lugares donde se ha practicado determinado tipo de magia, y este, era uno de esos lugares.

El desconocido tardó en darse cuenta de los silenciosos pasos que, tras las esquinas, vigilaban sus movimientos. En un primer momento pensó en que acaso aún permaneciera alguno de los olvidados habitantes de este enclave, y fue por ello que deambuló por vacías salas y pasillos hasta recorrer todos los confines de este inhóspito lugar, hasta cerciorarse de que no había más vida que la que el mismo representaba.

No era nada vivo lo que percibió en las frías salas, ni vivo ni muerto, pues lo que encontró era algo que se arrastraba entre este mundo y el otro, sin pertenecer a ninguno de ellos, pero deseoso de acceder a un cuerpo donde medrar, al que parasitar el pensamiento hasta poder llegar a ser de verdad. Todo un conjunto de cuasirealidades en busca de una entrada, de una mente incauta que las alimente, que las nutra hasta la extenuación, para poder ser donde de momento no son.

Lo que lo acechaban eran susurros no pronunciados, pensamientos inconclusos, palabras veladas dispuestas a ser escuchadas. Unas eran desconsoladas llamadas de niños, pidiendo auxilio o un sencillo abrazo; otras voces que prometían grandes secretos a quien les diera crédito, algunas susurros obscenos de un amante apasionado, pero todas falsas, ninguna real.

Viendo esto el desconocido, abandonó una vez más los vetustos corredores y las desoladas salas que una vez hollara, pues al fin y al cabo, en este lugar parasitado no buscaba nada.


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