lunes, 5 de abril de 2010

Jet-lag

¡Qué cansado es viajar! 

Es algo que todos sabemos, que los viajes nos agotan, y es indistinto que los hagamos sentados o tumbados. Siempre nos agota el recorrer una cierta distancia, y no me refiero necesariamente a las largas distancias de los vuelos inter-continentales, como pudiera hacer referencia el título de la entrada, me refiero a todo tipo de desplazamiento. Es un hecho.

Bueno, el viajar cansa, eso lo sabemos todos, pero, ¿por qué tanto?

(Antes de continuar quiero hacer un inciso, voy a hablar de metafísica, pero a modo de juego, que nadie me caliente con cosas que ya bastante me calienta... ya escribiré al respecto.)

Bien, continúo, decía pues, que ¿por qué tanto?, y se me ocurre pensar en que tal vez no estemos hechos para las velocidades a las que nos movemos, que tal vez por eso sufrimos unos efectos adversos tal vez no previsibles. Me explico, ¿no tenemos la sensación de que fuera de casa estamos perdidos?, ¿no nos cuesta adaptarnos a un nuevo entorno, por cercano que este sea? Muy evidente es la falta de tránsito intestinal que se suele sufrir al abandonar el territorio propio, por poner un ejemplo.

¿Y qué es lo que nos impide hacernos a un nuevo entorno? ¿Qué es lo que dejamos atrás?

¿Quién podría asegurar que nuestro espíritu no se queda atrás, que tarda más en encontrarnos, que es lo que echamos en falta cuando nos desplazamos? Tal vez sea por eso que nos agotamos tanto, que nos cuesta encontrar nuestro lugar hasta pasado un tiempo, pues es natural que nos cueste tiempo y energía tirar del carrete de ese cordón de plata de nuestro alma.

¿Quién sabe...




1 comentario:

  1. Entiendo pues que es la ausencia de tu espíritu la que te provoca ese sueño repentino y dulce cada vez que subes a mi carruaje...Lo tendré presente la próxima vez. ;-)

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